25.1.12

R002_MENTIRAS CIENTOUNERAS

Mentiras Cientouneras

Casi todos los que hemos repetido en la prueba de los 101 somos un poco mentirosos. Y me explico.

Mi primera participación en Ronda, fue en el año 2.006, con una preparación física bastante corta, con un conocimiento parcial de aquello a lo que me enfrentaba pero con una fortaleza mental impresionante; tenia la seguridad de que al menos andando podría con esa distancia, así que a poco que pudiera correr, eso que adelantaba. Tenia tal convicción de que tenia que acabar la prueba, que en ningún momento durante la misma se me pasó por la cabeza abandonar ni nada parecido.

¿Y volver al año siguiente? En eso si que pensé durante la carrera, y aunque no me permití responderme en ningún sentido para no favorecer la negatividad y que eso pudiera afectarme, se que en el fondo llegué en alguna ocasión a pensar que aquello no era para mí, que era excesivo y que si terminaba esa edición, ya tendría toda la vida para contar una y otra vez esta “única” batalla cientounera.

Dieciocho horas después de la salida, solo una vez que junto a mis dos compañeros de fatigas y amigos en esta aventura, crucé la meta en la Alameda, empecé a darme cuenta y a sentir el verdadero esfuerzo que había realizado y el desgaste que se había producido en mi cuerpo.

Ya el domingo, al levantarme en el hotel, fui aún más consciente de mis dolores, y fue en el viaje de vuelta a Sevilla, cuando hablando los tres en el coche, comentando anécdotas, sensaciones y todo eso, alguien formula la pregunta:

-Qué ¿Y el año que viene…..?

Mi respuesta fue rotunda e inmediata: ¡¡Yo no vuelvo más!!

No hizo falta que argumentara nada más. Estaba claro que era suficiente con una vez en la vida; lo había deseado y soñado desde hacia unos cinco años atrás y por fin lo había logrado. Ya tenía algo para contar a mis hijos y nietos. Había terminado los 101 Km. de La Legión y con eso bastaba.

Al llegar a casa con andares robóticos y dolorido, conversación parecida con mi mujer:

- ¿Que tal la experiencia?

- Una locura Marta, una barbaridad, una paliza, pero…. grandioso, espectacular, maravilloso…. - y en mi cabeza me relamía como el que saborea un pastel, recordando la experiencia vivida y sujetando la amplia sonrisa que se dibujaba en mi cara, con solo pensar que por fin había hecho los 101.

- Y el año que viene ¿piensas volver?

Ahora con menos rotundidad que tres horas antes en el coche - Bueno, no creo, esto es muy duro y habría que verlo. No sé..... ¡Ya se verá!


Por esas casualidades del destino, por motivos de trabajo el martes siguiente a la prueba, solo dos días después, tuve que desplazarme a Ronda. Durante el viaje en coche, no hice otra cosa que pensar en la carrera, dulcificando los recuerdos y obviando los todavía evidentes signos de cansancio en mi cuerpo. Al acabar mi trabajo, sobre las tres de la tarde, no pude resistirme a la atracción que ejercía sobre mí la Alameda del Tajo. Con un sol deslumbrante, recorrí de nuevo los mismos metros que dos días antes había recorrido en mi gran noche triunfal. No me lo podía creer, todo era tan distinto, tan vacío, tan silencioso, que me parecía como si todo lo que recordaba de aquel mismo sitio solo hubiera sido un sueño.

Me subí al coche y sin pensármelo dos veces enfilé hacia el campamento de la Legión, bajé al cruce del paso a nivel con la subida a la Ermita; fui a la cueva del Gato; llegué a la estación de Benaojan… y en todo ese periplo, me fui olvidando de mis dolores musculares, me fui emocionando con el reconocimiento del terreno y el recuerdo de mi paso reciente por esos mismos caminos, y sin saber ni como ni por que, solo cuarenta y ocho horas después de haber terminado mi primer 101, y contra mis propias palabras, estaba totalmente decidido a volver allí, a sufrir, a disfrutar y a revivir esa maravillosa experiencia.

Mi viaje de vuelta a Sevilla, fueron dos horas de ensoñaciones, estaba acelerado, nervioso, alegre. Sin embargo, no podía gritarlo a los cuatro vientos. Ni que decir tiene que solo se lo conté a mi compadre y compañero de carreras. A mi mujer no me atreví a insinuárselo ni siquiera hasta pasados ya varios meses, porque como era de esperar, lo primero que me dijo es que estaba loco. Supongo que será así.

Al día de hoy, después de acompañarme a varios Homenajes a La Legión y verme entrar orgulloso en la Alameda llevando a nuestros hijos de la mano, después de verme volver de cuatro ediciones mas de los 101, cada año mas sonriente y menos cansado, después de verme hacer inscripciones y reservas con mas antelación y diligencia que la de las propias vacaciones familiares; y después de verme esas noches de insomnio, yendo y viniendo de manera furtiva al ordenador esperando la apertura de las inscripciones, supongo que ya se habrá dado cuenta de que no hay mas dulce locura que la que padecemos los cientouneros.

Pero yo no estoy seguro si lo que nos afecta es locura, si es una droga que se nos ha metido para siempre en el cuerpo, o simplemente es que nos hemos enamorado de esta prueba, de Ronda y de la Legión. Si hay un medico por ahí, por favor que me lo explique.

Seguro que todo esto le suena a más de uno. Lo dicho, casi todos mentirosos. ¿A que si?

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